Cada día dejamos que Lilli y Billi, nuestra pareja de periquitos, vuelen en libertad por la habitación durante unas cuantas horas. Durante ese tiempo me cuido muy bien de que las ventanas y la puerta estén perfectamente cerradas. Pero una vez, al salir yo de la habitación, Billi aprovecho la ocasión para volar detrás de mi. La puerta de la casa estaba abierta y Billi salio disparado hacia al jardín hasta aterrizar en la copa del abeto de nuestros vecinos. Yo sabia que la única la forma de hacerlo regresar era atraerlo con su hembra o esperar a que tuviera hambre y viniese a comer. Cogí la una jaula vieja que guardaba en el sótano, metí dentro un trozo de espiga de mijo, y la deje en el balcón con la puerta abierta.
A Lilli volví a meterla en su jaula, cerré bien la puerta, y la coloque junto a la otra. Al cabo de poco rato Lilli empezó a cantar con todas sus fuerzas, que es lo que suelen hacer los periquitos para contactar con sus congéneres o para localizar su pareja. Al cabo de dos horas, Billi volvió del abeto y se hacerlo a su hembra para tranquilizarla. Poco después entro en la jaula que tenia la puerta abierta para saciar su apetito con la deliciosa espiga de mijo. Lo que hizo que Billi regresase voluntariamente a la cautividad. ¿fue realmente su hembra, o también podría decirse eso de que "El amor entra por el estomago"?